viernes, 5 de diciembre de 2014

LA PRIMERA VEZ

Pues claro! siempre hay una primera vez para todo, y para bien o para mal, y por mucho que lo intentes, nunca va a volver a ser igual que esa primera vez. La primera vez que Miguel y yo salimos de vacaciones montañeras por Alpes fue en el 2001. Por aquel entonces sólo disponíamos del coche de Miguel, así que meter dentro todo el material de montaña y la ropa para un mes, incluidas las bicicletas, fue un juego de tetris que todavía no me explico cómo pudimos hacer...


El pobre coche, con lo cargado que iba, no alcanzaba más de 100 km por hora, así que tardamos lo nuestro en ponernos en tierras francesas. La primera parada era el Verdón. Miguel ya había estado allí hacía unos años. Llegamos a La Palud bien entrada la noche, así que el primer problema nos lo encontramos a la hora de buscar un sitio dónde dormir. Seguimos un cartelito que ponía "Camping à la ferme" y aparecimos en un prado planito con árboles. Mira qué bien! Qué sitio más chulo para dormir! Sacamos los sacos y nos tiramos en el suelo.
Por la mañana, apareció el granjero a informarnos de que era un camping y había que pagar, claro...


Cogimos los bártulos y subimos por la carreterita que lleva a Les Cretes. Pasamos todo el día escalando.


Como también nos llevamos las bicicletas, algún día pedaleábamos por la mañana y escalábamos por la tarde.






Hicimos hasta un descenso de un cañón en Mustiers!! No he vuelto a engañar a Miguel para volver a hacer nada ni parecido...jajaja...somos de secano...






Una mañana también bajamos al río.


Estuvimos en Verdón cuatro días. Después marchamos a Briançon.


Montamos la tienda en un Camping de Serre Chevalier. Un lugar ideal para salir a hacer puertos con la bici de carretera, para escalar un poco por la tarde, para hacer coladas y para dar un paseo por Briançon.


Pedimos información en el camping y nos aventuramos a subir a Ecrins. Dejamos el coche el Pre de Madame Carle, pasado Ailefroide, y pateamos hasta el Refugio de Ecrins en el Glaciar Blanco.



Fue gracioso, porque no teníamos botas de nieve, así que comenzamos a andar en zapatillas y cuando llegó la hora de pisar nieve nos pusimos las botas de esquí de travesía que llevábamos en la mochila!!! Superprofesional todo...jejeje...



Y esa mochila, que parece que íbamos al Everest, pero de porteadores!!


Por supuesto, subimos al refugio sin reservar plaza, así que nos tocó dormir en las mesas...


Salimos del refugio a las tres de la mañana. Queríamos subir a Barre des Ecrins. Con las botas de travesía...claro...
Nos miraban con una cara...


Aquí está el testimonio gráfico. Botas de travesía y maroma de amarrar barcos...
Y sin casco ni ostias...


La subida a la Barre no fue posible. Cuando llegamos al collado, antes de empezar a trepar por la arista, empecé a encontrarme muy mal. Estaba mareada y las ganas de vomitar me podían. La altura me sienta fatal. Miguel hizo un intento de subir sólo, pero en cuanto se dio cuenta de que podía caerse y no había nadie al otro lado de la cuerda, se bajó.


Tocó Plan B. 
Dome de Neige des Ecrins, 4015 m. 


Bajamos más contentos que unas castañuelas y esa misma tarde regresamos al camping.


Se ve que como no nos habíamos cansado lo suficiente ( y es que eso de andar con las botas de travesía es cómodo de narices...), al día siguiente necesitábamos hacer una sesión de puertos: Col du Lauteret, Col du Galibier, La Grave...
Éramos jóvenes...


Al día siguiente nos marchamos hacia Chamonix.


Montamos la tienda en un camping en Les Praz.


Qué agustito se estaba...


No hizo muy buen tiempo. En este viaje ni siquiera vimos el Mont Blanc desde Chamonix.



Eso si...gastronómicamente hablando...no perdimos comba...


Hicimos una visita a Courmayeur, pasando por Suiza, pues el túnel del Mont Blanc aún permanecía cerrado después del accidente de marzo de 1999. Luego volvimos a Chamonix. A los dos días, emprendimos el viaje de vuelta a casa. Paramos en la Sierra de Prades y escalamos en La Mussara, en Mont-ral y en la Riba antes de volver a Madrid.


Unas cuantas veces hemos vuelto a Ecrins, a Briançon, a Chamonix...y nunca he vuelto a sentir esa ilusión por el descubrimiento que sentí entonces. Es curioso, porque apenas escalamos, ni hicimos nada especialmente reseñable, pero esa sensación de ir todo el día con los ojos abiertos como platos, empapándote de todo lo que te rodeaba, tan nuevo por primera vez...
Mil escaladas han venido después, y miles de actividades superemocionantes que han vuelto a quedarse grabadas en la retina e incrustadas en el cerebro, pero esa ilusión...la de la primera vez...para bien o para mal, no volverá a repetirse nunca...

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